viernes, 17 de junio de 2016

Perdida

Hace tiempo que no estaba perdida como esta mañana. Donde el aire no tenía paso a mis pulmones. Donde el único consuelo posible era moverme mecánicamente de adelante hacía atrás.

No podía evitar llorar, no quería dejar de hacerlo. No estaba lista para decir nada y al mismo tiempo quería gritarlo todo.

Sus voces en mi cabeza otra vez, diciendo lo mal que estuve, diciendo que necesito ayuda. Y recaí, volví a aquel vicio sucio y barato. Demasiado cruel para mi cuerpo. Pero no tenía alternativa, me estaba afectando demasiado. Todo alrededor era una batalla que me incitaba a participar.

Los pocos momentos de tranquilidad me auto declaraba mi odio. No entendía como no era capaz de cambiar mis actitudes, como es posible tanto boicot. Volvía a estallar, volvía a mi vicio. Sin pausas, sin medir consecuencias. Sin esperar ayuda.

Quería que confiaran en mi pase lo que pase. Quería que dijeran que me entendían. Quería solo eso. Pero cada uno con sus palabras destrozo mi alma. Tampoco podía pretender que ellos dijeran exactamente lo que mi cabeza les pedía.

Ahí estaba yo; hiperventilando, moviéndome sin parar. Llorando. Nada más que llorando. Mis dos héroes perdían la fe en mí, la confianza se esfumaba y yo me tiraba al suelo por el dolor.

No servía ayer, no sirvo ahora para llorar frente a alguien. No logro victimizarme para que me den ese abrazo de todo va a estar bien que necesito. La mentira de que el cielo siempre es azul es irrefutable en estos días.

Y estoy perdida. Estoy en el medio de un mundo en blanco donde no sé qué es arriba, abajo. No hay lugar a donde correr pero si un amplio abismo de sensación horribles. Estoy perdida porque siento que remo en un lugar equivocado. Que me esfuerzo por ser eso que está mal y cuando lo logro me ofendo y me vuelvo loca porque decepciono a la gente.

Estoy mareada pero encuentro el cajón y marco una nueva herida en el brazo. Los viejos hábitos que jamás se abandonan. Las sensaciones de que el dolor está en otro lado, que tu alma esta amortiguada. Rojo, sangre y el vicio gana el set más el juego.

Supe tener mis ganancias donde decía no, donde daba un alto y el aire era respirable. Supe tener libertad de expresarle a alguien lo mal que me sentía. Como me estaba matando. Como me provocaba heridas.

Hoy no quiero decirlo a nadie, porque se considera una completa pérdida de tiempo, una absurda manera de que me miren. Aquellos que realmente tienen que mirar lo hacen pero hacia otro lado. Ignoran el dolor, ignoran la herida, la sangre. Porque decirlo y hablarlo es otra forma de decepción.


Ya están cansados de estar decepcionados de mí. No salí como un buen modelo y a estas alturas es difícil cambiarlo todo. Sigo perdida, sigo llorando, sigo sangrando. No quiero encontrarme. No quiero más historias que escribir. No quiero sus voces en mi cabeza. Su tono recordándome lo mal que estuve. Quiero que todo desaparezca, pero resulta imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Toda opinión es valida, incluso aquellas que no muestran respeto alguno.