Hace
tiempo que no estaba perdida como esta mañana. Donde el aire no tenía paso a
mis pulmones. Donde el único consuelo posible era moverme mecánicamente de
adelante hacía atrás.
No
podía evitar llorar, no quería dejar de hacerlo. No estaba lista para decir
nada y al mismo tiempo quería gritarlo todo.
Sus
voces en mi cabeza otra vez, diciendo lo mal que estuve, diciendo que necesito
ayuda. Y recaí, volví a aquel vicio sucio y barato. Demasiado cruel para mi
cuerpo. Pero no tenía alternativa, me estaba afectando demasiado. Todo
alrededor era una batalla que me incitaba a participar.
Los
pocos momentos de tranquilidad me auto declaraba mi odio. No entendía como no
era capaz de cambiar mis actitudes, como es posible tanto boicot. Volvía a
estallar, volvía a mi vicio. Sin pausas, sin medir consecuencias. Sin esperar
ayuda.
Quería
que confiaran en mi pase lo que pase. Quería que dijeran que me entendían.
Quería solo eso. Pero cada uno con sus palabras destrozo mi alma. Tampoco podía
pretender que ellos dijeran exactamente lo que mi cabeza les pedía.
Ahí
estaba yo; hiperventilando, moviéndome sin parar. Llorando. Nada más que
llorando. Mis dos héroes perdían la fe en mí, la confianza se esfumaba y yo me
tiraba al suelo por el dolor.
No
servía ayer, no sirvo ahora para llorar frente a alguien. No logro victimizarme
para que me den ese abrazo de todo va a estar bien que necesito. La mentira de
que el cielo siempre es azul es irrefutable en estos días.
Y estoy
perdida. Estoy en el medio de un mundo en blanco donde no sé qué es arriba,
abajo. No hay lugar a donde correr pero si un amplio abismo de sensación
horribles. Estoy perdida porque siento que remo en un lugar equivocado. Que me
esfuerzo por ser eso que está mal y cuando lo logro me ofendo y me vuelvo loca
porque decepciono a la gente.
Estoy
mareada pero encuentro el cajón y marco una nueva herida en el brazo. Los
viejos hábitos que jamás se abandonan. Las sensaciones de que el dolor está en
otro lado, que tu alma esta amortiguada. Rojo, sangre y el vicio gana el set
más el juego.
Supe
tener mis ganancias donde decía no, donde daba un alto y el aire era
respirable. Supe tener libertad de expresarle a alguien lo mal que me sentía.
Como me estaba matando. Como me provocaba heridas.
Hoy no
quiero decirlo a nadie, porque se considera una completa pérdida de tiempo, una
absurda manera de que me miren. Aquellos que realmente tienen que mirar lo
hacen pero hacia otro lado. Ignoran el dolor, ignoran la herida, la sangre.
Porque decirlo y hablarlo es otra forma de decepción.
Ya
están cansados de estar decepcionados de mí. No salí como un buen modelo y a
estas alturas es difícil cambiarlo todo. Sigo perdida, sigo llorando, sigo
sangrando. No quiero encontrarme. No quiero más historias que escribir. No
quiero sus voces en mi cabeza. Su tono recordándome lo mal que estuve. Quiero
que todo desaparezca, pero resulta imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión es valida, incluso aquellas que no muestran respeto alguno.